Virtuosismo

Un año más, y van 28, se celebraron las Jornadas Flamencas de Fuenlabrada, siempre un acontecimiento en los ambientes flamencos de Madrid. Asistimos el primer día con un programa sumamente atractivo: por una parte, el concierto de guitarra de Juan Manuel Cañizares; por otra, un recital de baile de Javier Barón.

Cañizares demostró de nuevo el virtuosismo de su toque, que lo ha situado entre los más grandes guitarristas de este tiempo. Cuenta con todos los recursos técnicos, pero además está sobrado de intuición, sensibilidad y capacidad de expresión. En pocas ocasiones hay oportunidad de escuchar un compendio semejante de perfecciones, con una aparente facilidad que no tiene nada que ver con la realidad. Porque el toque de Cañizares es muy complejo. Sus picados espectaculares, de una limpieza extraordinaria, marcan momentos reiterados de una brillantez que nos asombra. Y siempre está la intensidad de un toque sensual, que emociona y conmueve. Interpretó varios temas de Cuerdas del alma, el último disco de su producción, no muy extensa pero sí importante. Entre esos temas cabe destacar, por diferente, las alegrías que bailó Ángel Muñoz con elegancia y precisión. Un Cañizares, pues, en estado de gracia, inspirado, iluminado.

Javier Barón parece no acusar el paso de los años, pero los años pasan. En este caso no para mal, pues dio un recital de envergadura, con temas amplios, secuelas prolongadas de bailes diversos, casi siempre fundidos varios estilos en un mismo número. Fueron bailes en los que brilló notablemente su arte personal, de largos zapateados, un juego de manos y brazos gráciles y elegantes, con el sonido casi constante de los pitos subrayándolo todo. Tremendamente sugestivo el arte de Barón, que transmitió hondura a raudales. Quizás, quizás, cayó ocasionalmente en momentos algo monocordes, lo que en el baile es inevitable porque se va a lo repetitivo sin remedio. Salvando ese inconveniente, la actuación fue celebrada por el público en una noche que debe quedar para el recuerdo.